COA CHINGOLO RAWSON

Argentina: la observación de aves tiene cada vez más seguidores. Coa Chingolo Rawson-Aves Argentinas.

Características de las especies, sitios recomendados para el avistaje y el consejo de los especialistas.
Características de las especies, sitios recomendados para el avistaje y el consejo de los especialistas.
8/10/13- El mundo es una esfera de cristal / el hombre anda perdido si no vuela / no puede comprender la transparencia. Pablo Neruda es uno de los poetas que más les cantó a las aves y a su belleza, aunque ellas fueron admiradas y homenajeadas desde siempre como símbolos de libertad, gracia, pureza y hasta nacionalidad. La bandera de Ecuador, por ejemplo, luce un cóndor andino; la de Egipto, un águila de saladín; un quetzal embellece la de Guatemala; en la de Kazajstán, el sol se apoya sobre un águila esteparia; en la de Kiribati, una fragata atraviesa el horizonte.

Mucho de esa admiración seguramente hay en las salidas de observación de aves, una actividad ecoturística en pleno crecimiento en todo el mundo y también en nuestro país, que ofrece cada vez más alternativas a un creciente número de seguidores. Allí, entre otros objetivos, se busca identificar a las aves por su nombre y su canto, conocer hábitos y comportamientos, apreciar más detalles de los entornos naturales, alejarse del estrés para concentrarse en la búsqueda de una nueva especie, de un nuevo sonido. Y también, claro, generar conciencia sobre la extraordinaria variedad de la naturaleza y la rapidez con que la estamos poniendo en peligro.

Para un desconocedor de la materia puede no parecerlo a primera vista, pero para quien se inicia, el mundo de las aves suele resultar de verdad fascinante, capaz de atraer hasta al más escéptico y mostrar datos de lo más curiosos e interesantes. No en vano, ya unos 80 millones de personas viajan por el mundo cada año para observar y admirar aves, una mezcla de hobby, pasión y actividad científica que todo el mundo puede practicar. Y en el hemisferio sur acaba de comenzar la primavera, la mejor época para hacerlo.

La primavera es el tiempo de la nidificación, del “coqueteo” y de la conquista; la época en la que se intensifican los cantos, los colores y los movimientos, con los que las parejas buscan atraerse. Y también el tiempo de la migración de muchas especies que se alejan de los primeros fríos del otoño en el Norte. Como las golondrinas que en esta época viajan desde San Juan de Capistrano –California, EE.UU.– a, entre otros sitios, Buenos Aires. O los curiosos rayadores, que vuelan a muy baja altura usando su pico para pescar “rayando” la superficie del agua, y que en septiembre comenzaron a llegar a los bancos de arena del río Uruguay cerca de Colón, Entre Ríos.

Son todo un espectáculo y un prodigio de inteligencia, belleza, destreza, gracia. Observando y comprendiendo a las aves se aprende a valorar y cuidar la naturaleza, a apreciar detalles que antes se pasaban por alto, a conocer hábitos y habilidades inimaginadas, a compartir con otros un hobby común, y todo con una actividad placentera, que ayuda a relajarse y reducir el estrés. Así que es momento de aprovechar, por la primavera y sobre todo por octubre, cuando en casi 100 países se celebra el Festival Mundial de las Aves, un festejo que se realiza desde 2001, coordinado a nivel mundial por la federación BirdLife International, y por Aves Argentinas en nuestro país.

Argentina se suma con charlas con especialistas, cursos, exposiciones, concursos de fotografía, actividades para chicos y salidas guiadas en diferentes provincias. Como la gran expo de fotos que inaugura estos días el COA de Ituzaingó, Corrientes, una de las “mecas” del país en la materia.

Batiendo las alas
Con algo más de mil especies (el 10% de las aves del mundo) y al menos 470 áreas protegidas (de distinto grado), nuestro país es un importante destino mundial para los observadores de aves. Y aunque aún capta un porcentaje menor de esos 80 millones de viajeros, el potencial es enorme. En 2012, según la Encuesta de Turismo Internacional, 20.623 turistas extranjeros que ingresaron al país declararon venir específicamente a observar aves, y en 2011 habían sido 26.213.

Sin embargo, casi 15% de los visitantes internacionales que llegaron a la Argentina el último año realizaron actividades relacionadas con experiencias en medios naturales (la segunda actividad en importancia, después del tango), y esto incluye como una de las principales, claro, la observación de aves en sus hábitats naturales.

Aunque en la Argentina la mayoría de los observadores de aves aún son extranjeros, cada vez más argentinos se interesan por la actividad. Se estima que la cantidad de observadores de aves en nuestro país ya supera las 30.000 personas, y sólo la asociación Aves Argentinas –la autoridad principal en la materia– cuenta con más de 2.100 socios y 71 Clubes de observadores de Aves (COAs), una red nacional que cubre 21 provincias. Está conformada por grupos de aficionados que realizan actividades de educación ambiental, conservación, difusión, investigación y movilización en defensa de las aves y el ambiente.

Además, esta asociación, junto con el Ministerio de Turismo de la Nación, desarrollaron el programa “Aves y Turismo”, con el objetivo de consolidar al país como destino ornitológico y generar incentivos para los habitantes locales. Bajo este programa ya se realizaron más de 250 cursos de observación, se capacitó a guías y prestadores en las provincias, se lanzó la edición de oro de la ya clásica “Guía para la Identificación de las Aves de Argentina y Uruguay”, de los especialistas Narosky e Yzurieta, se abrieron nuevos clubes de observadores en distintas provincias y se colaboró en el armado de observatorios en distintos sitios, como los parques nacionales Tierra del Fuego, Río Pilcomayo (Formosa), El Palmar (Entre Ríos), Perito Moreno (Santa Cruz) y El Rey (Salta).

Primeros pasos
Una de las grandes ventajas de esta actividad–hobby–pasión es que es muy sencillo iniciarse. La observación de aves no demanda un gran presupuesto inicial ni fuertes inversiones, y ni siquiera grandes desplazamientos. Puede practicarse en el más lejano e inaccesible parque nacional pero también en la plaza de la esquina, y sus requerimientos básicos son muy simples: algo de paciencia, binoculares, una libreta donde hacer anotaciones y, eso sí, pasión por la naturaleza. Los que saben dicen que no hay que salir, además, sin una guía de aves del lugar –para identificar las especies–, y nunca está de más una cámara con un buen zoom, porque pocos animales resultan tan fotogénicos como las aves.

La actividad, claro, va de la mano del interés por la biodiversidad y el cuidado del medio ambiente, y es poco apta para impacientes: hay que aprender a disfrutar de caminatas silenciosas al aire libre, hablando en susurros y siempre con los ojos bien abiertos y los oídos alertas, porque atención: la primera señal de la presencia cercana de ese ejemplar que se busca suele ser su canto.

Y siempre vienen las curiosidades, que nunca dejan de asombrar: ¿sabía, por ejemplo, que las aves pueden orientarse por la posición del sol y las estrellas, por el olfato, por el campo magnético de la Tierra, por la memoria de accidentes geográficos o simplemente siguiendo a sus mayores? ¿Tenía idea de que el charrán o gaviotín ártico suele volar hasta 40.000 km cada año, en sus migraciones de Canadá y Península del Labrador a la Antártida y el mar Austral? ¿Que el halcón peregrino puede alcanzar los 300 km/h volando en picada, o que el corazón de un colibrí late hasta 700 veces por minuto?

De Ushuaia a La Quiaca
En la Argentina hay dos palabras clave para esta actividad, que son “Iguazú” y “Patagonia”, los sitios más elegidos para practicarla. Y la Patagonia, por sus características, suele dividirse en: extremo sur (Santa Cruz, Tierra del Fuego), región de los lagos (de Esquel a San Martín de los Andes) y Península Valdés, donde anidan pingüinos y se encuentra la Isla de los Pájaros, sitio de gran valor biológico que es área reproductiva de diez especies de aves marinas y costeras.

Sin embargo, Aves Argentinas identificó en todo el país 273 “Areas Importantes para la Conservación de las Aves” (AICAs), que representan el 12% de la superficie total del territorio, y la diversidad de geografías y climas de la Argentina contribuye con la diversidad: desde cóndores en las montañas hasta pingüinos en las costas; de flamencos en la Puna a tucanes en la selva.

Lo más aconsejable, siempre, es acudir a lugares con vegetación autóctona o ambientes acuáticos o húmedos, como lagos, bosques, lagunas y esteros. Por eso los parques y reservas, nacionales y provinciales, son los sitios más recomendables. Entre ellos están: Parque Nacional Iguazú (Misiones): con 418 especies registradas, 58 exclusivas, posee la mayor diversidad de aves del país.

Esteros del Iberá (Corrientes): con una superficie de 1,3 millón de ha, es el área protegida más grande del país, y alberga unas 350 especies, más del 90% nativas o autóctonas de la región.

Parque Nacional Chaco: en el Chaco húmedo, de gran heterogeneidad de ambientes, hay al menos 209 especies registradas. La subregión de esteros, cañadas y selvas de ribera hace que la composición de la avifauna cambie mucho en pocos kilómetros.

Ceibas (Entre Ríos): sus características naturales –llanura, abundante agua, vegetación– permiten ver gran cantidad de especies en poco tiempo.

Punta Rasa (San Clemente del Tuyú): a partir de agosto a estas playas, al sur de la bahía de Samborombón, llegan desde el hemisferio norte miles de chorlos, playeros y gaviotines migratorios. Hay un centro de interpretación.

Reserva y laguna de Mar Chiquita: en la provincia de Córdoba, es el humedal de mayor importancia en el Chaco sudamericano, con más de un millón de ha. Declarado sitio Ramsar –humedal de importancia internacional– debido a la productividad biológica de la laguna y la llanura circundante, gran cantidad de aves migratorias utilizan el ecosistema como parada en su largo viaje. Se censaron miles de falaropo común, pitotoy chico, playerito rabadilla blanca, chorlo pampa, entre muchos otros.

Sin embargo, no es necesario irse lejos de la ciudad para iniciarse en la observación de aves. Basta con asomarse a una calle arbolada, una plaza o un parque para disfrutar de distintas especies. Pero siempre en las ciudades hay sitios recomendados. En Buenos Aires son: Reserva ecológica Costanera Sur: es un sitio Ramsar que alberga unas 300 especies.

Facultad de Agronomía y Veterinaria: en el predio viven en forma permanente más de veinte especies de aves, la mayoría nativas, y en forma temporaria un número similar de especies migratorias.

Reserva ecológica Vicente López: ubicada a la altura de Av. del Libertador al 4000, tiene 3,5 ha, centro de visitantes, un pequeño museo y senderos con 750 m de recorrido. La entrada es libre, y los sábados hay salidas de observación. Se identificaron preliminarmente unas 150 especies.

Sitios de avistaje sobran, especies también. No hay excusas, entonces, para no salir a descubrir esa riquísima biodiversidad y recordar a Neruda, en “El poeta se despide de los pájaros”: Yo, poeta popular, provinciano, pajarero / fui por el mundo buscando la vida / pájaro a pájaro conocí la tierra.

Patrimonio en peligro

De las más de mil especies de aves silvestres de la Argentina, 113 se encuentran en peligro de extinción. Esto es el doble que en la década de 1990 (Ver Fotos).

Macá tobiano. Zambullidor que habita en Santa Cruz; de noviembre a marzo, lagunas cristalinas de las mesetas, y en invierno, es-tuarios de los ríos Coyle y Gallegos. En www.salvemosalmacatobiano.org se puede contribuir con su conservación.

Tordo amarillo. Aunque fue declarado “monumento natural provincial” en Entre Ríos, se estima que quedan menos de 1.000 ejemplares, amenazados por la destrucción de los pastizales debido a la intensificación de la agricultura.

Aguila coronada. De grandes dimensiones, habita ambientes abiertos, desde sabanas hasta bosques, en varias provincias.
Se estima que su población global es menor a mil ejemplares, y con tendencia decreciente.

Cauquén. También llamado avutarda o caranca, su nombre es Chloephaga, género de aves endémicas de Sudamérica. Viven en grupo y se alimentan de la hierba tierna de las riberas de lagos y lagunas de la Patagonia.

Capuchino. De las variedades que se hallan en nuestro país, las más amenazadas son el de pecho blanco y el de collar. Está en riesgo porque los pastizales naturales en los que vive están siendo reemplazados por forestaciones.

Ñandú. Este “avestruz americano” es el ave más grande de América. Es un ave corredora de la que suelen distinguirse tres variedades en el país: el ñandú grande o común, el petiso o choique, y el de la Puna, también llamado suri.

Carpintero gigante. Habita los bosques andino patagónicos de Argentina y Chile, y en 2012 fue elegido ave provincial de Tierra del Fuego. Pica la madera en busca de alimentos, pero también para comunicarse y delimitar territorio.

Yetapá de collar. Del sur de Paraguay y las provincias de Formosa y Corrientes, está en grave peligro por la destrucción de su hábitat. Es pequeño y con una cola negra muy larga, y su cuello, sin plumas, se torna rojo brillante en época de celo.

Cóndor andino. Una de las aves más grandes del mundo capaces de volar. Por su peso y envergadura de alas (hasta 3 m), prefiere zonas ventosas, donde puede planear sobre las corrientes de aire. Vive sobre todo en zonas montañosas.

Kotata

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